Hace poco observaba a un amigo, un poco frustrado frente a su guitarra. "Llevo meses practicando todos los días" me dijo, "y sigo sin poder tocar las canciones que quiero, parece que no tengo progreso." Su historia me resultó familiar. La he visto en otras personas incluso en mi mismo cuando estaba aprendiendo otros idiomas, o cuando escribo y me parece que no alcanzo esa calidad que quisiera.
Pero al detenerme a pensar, recuerdo esos momentos en los que tantos nos sentimos atrapados por la expectativa de "ya debería haberlo logrado". Empezamos algo nuevo llenos de motivación, pero en algún punto del camino, esas expectativas se convierten en una pesada mochila que nos ciega al verdadero valor del proceso de aprender.
La Trampa de las Expectativas
¿Te ha pasado? Comienzas algo nuevo – un hobby, un proyecto personal, o un cambio en tu vida – y al principio todo es emoción. Imaginamos el resultado final: hablando otro idioma con fluidez, corriendo una maratón, escribiendo un libro, o siendo una versión mejor de nosotros mismos.
Pero a medida que pasa el tiempo, la realidad no se parece a lo que imaginábamos. Ves a otros avanzar rápido, hacerlo parecer fácil. Las redes sociales tampoco ayudan: todos parecen vivir sus mejores vidas, alcanzando metas sin esfuerzo aparente, mientras tú sigues tropezando. He visto esta historia repetirse una y otra vez, es ese sentimiento de no alcazar el éxito que esperamos. “Otros lo consiguen en meses" diriamos, mientras ignoramos todo lo que hemos aprendido durante ese camino.
El Espejismo del Progreso Perfecto
Algo que noto es que imaginamos el progreso como una línea recta ascendente: cada día debería ser mejor que el anterior, ¿no? Pero el progreso real es más como un baile improvisado: a veces avanzas, a veces retrocedes, y en ocasiones simplemente estás en el mismo lugar, aprendiendo un nuevo paso.
Pasa con frecuencia:
- Personas frustradas porque no alcanzan el nivel de habilidad que imaginaban al principio.
- Gente que abandona sus metas porque el avance no parece suficiente comparado con el de otros.
- Aquellos que no ven el cambio porque están enfocados en el ideal, no en el progreso real.
En realidad todos llegamos a un punto de frustracion porque no obtenemos ese progreso que esperamos o porque no recibimos el reconocimiento que buscamos, nos cansamos y estallamos, suelen ser dias malos quizas, pero muy pocas veces llegaremos a pensar en toda la experiencia que hemos acumulado durante ese viaje, simplemente nos concentramos en lo que nos falta, que no vemos lo que ya hemos realizado, somos una mejor version, pero no la que hemos idealizado.
El Valor de Disfrutar el Camino
Lo curioso es que el crecimiento real suele ocurrir en esos días “perdidos” practicando acordes una y otra vez, en esas conversaciones "imperfectas" en otro idioma, los dias que dejamos de hacer ejercicio, en esos borradores o pinceladas que nunca parecen buenos. En esos momentos donde parece que no pasa nada es donde sucede la verdadera transformación.
He visto a personas que, al cambiar su enfoque, descubren mejoras sutiles:
- Una mejor postura al correr que antes no notaban.
- La facilidad para resolver problemas que al principio parecían imposibles.
- Cambios internos, como una mayor paciencia o comprensión hacia ellos mismos.
Aprendiendo a Ver lo Invisible
La clave no está en bajar nuestras expectativas, sino en aprender a ver de manera diferente. Como cuando aprendes fotografía y empiezas a notar la luz, las sombras, los detalles que antes pasaban desapercibidos, celebrar los errores sabiendo que me enseñan algo nuevo, y a disfrutar del proceso, no porque sea fácil, sino porque es real.
A veces es cuestión de hacer una pausa y preguntar:
- ¿Qué habilidades he ganado en el camino?
- ¿Qué me ha enseñado este proceso sobre mí mismo?
- ¿En qué he mejorado que antes no veía?
Este cambio de enfoque ayuda a descubrir un crecimiento que, aunque no inmediato, es profundo y duradero.
Conclusión
Es fácil dejarse llevar por las expectativas y olvidar el valor de cada paso que damos. Pero cuando aprendemos a ver más allá del resultado final, descubrimos que el verdadero arte de crecer está en lo que aprendemos y en quién nos convertimos a lo largo del camino. Las metas son importantes, pero los pequeños momentos y avances son los que, al final, nos transforman.
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